Final Boss
por Irene Costa
 
 
En el corazón de un desierto de arena azul, el jinete cabalga a toda velocidad.  Es un joven delgado, con el rostro cubierto de extraños tatuajes. Su caballo emite un fulgor blanquecino. Sobre ellos, el firmamento es una explosión de astros y galaxias de colores brillantes.
 
En la lo alto de una duna les aguarda una figura montada sobre un gran lobo negro. Tiene rasgos más robustos y fieros que los del joven hechicero y lleva un arco largo cruzado en la espalda. Cuando lo ve pasar, masculla una orden y la bestia negra se abalanza pendiente abajo. Ambos jinetes cabalgan en la misma dirección sin mediar palabra alguna, tratando de adelantarse el uno al otro.
 
Un salvaje ritmo de tambores  comienza a sonar de lo profundo de las dunas. A medida que avanzan, el vertiginoso ritmo comienza a llenarlo todo, haciendo vibrar la arena de la superficie.
 
“Tenemos que derrotar a los bandidos sin alma, entonces aparecerá el djinn, que solo puede ser derrotado con magia. Este es el gran final del juego, no podemos fallar”.
 
Son las cuatro de la madrugada y el edificio está silencioso, casi todos los inquilinos duermen. La luz de un monitor de PC ilumina tenuemente el cuarto del niño. Tirados por el suelo y sobre el escritorio, se amontonan revistas, cómics, cables y envases de comida rápida. El niño, vestido tan sólo con un pantalón de pijama, acomoda sus gafas de realidad virtual y agarra un mando con determinación. Llegar hasta aquí le ha costado meses, de nos ser por la ayuda de ese misterioso jugador y su lobo hubiese sido imposible. Siente una corriente de excitación recorrer todo su cuerpo.
 
“Este guerrero que cabalga a mi lado es lo mejor que me ha pasado en todo el tiempo que llevo encerrado en mi cuarto. ¿Qué clase de persona será? Ojala pudiese saberlo de algún modo... ¿Qué pasaría si le pregunto si quiere ser mi amigo en la vida real? Podría decirle que soy normal como el resto de niños, que puedo salir a la calle y tomarme un refresco en un parque… ¿Qué pasaría si me dice que si?”.
 
Repentinamente, golpea su cabeza con la palma de la mano y contrae el rostro en un gesto de dolor.
 
“No. No puedo hacer eso… ya ha pasado más de un año desde que me negué a salir de mi habitación. Cuando tuve esa bronca horrorosa con mis padres. Desde entonces me tratan como si fuese un bicho raro. He dejado de hablarles porque les odio demasiado, solo quiero que me dejen en paz.”
 
Trata de concentrarse en el juego pero, esta vez, la sensación de rapidez que experimenta al cabalgar le recuerda a la última vez que corrió de verdad, la sensación de euforia y el palpitar fuerte de todas las células de su cuerpo reclamando oxígeno. Ahora su cuerpo está casi siempre entumecido y fatigado, como si hubiese envejecido prematuramente. Se revuelve en el asiento y respira hondamente.
 
“No, no soy capaz de salir a la calle, estaría incómodo rodeado de tanta gente. Además, puedo jugar online con él siempre que quiera ¡Qué estupidez salir a la calle!”
 
Los tambores del juego alcanzan un ritmo frenético y el niño da un respingo en el asiento. De la arena comienzan a alzarse centenares de esqueletos harapientos blandiendo sables descontroladamente. El guerrero saca el arco y dispara repetidamente mientras el lobo lanza feroces mordiscos en todas direcciones. A su lado, el hechicero se yergue sobre su montura y dibuja unos símbolos en el aire mientras susurra aceleradamente un conjuro. Se escucha un crujido aterrador y la tierra comienza a resquebrajarse bajo sus pies. Los esqueletos caen en las profundas grietas y son engullidos por la arena de inmediato.
 
Los tambores enmudecen y vuelve a reinar la calma en el desierto. Los dos jugadores observan el cielo expectantes. Tras unos instantes, se forma una nube negra en lo alto que comienza a crecer y a enroscarse hasta formar un tornado de grandes dimensiones. Del tornado surge un gigante de piel rojiza lanzado un bramido aterrador.
 
El joven tatuado extrae un cuchillo, murmura algo y se lo pasa al guerrero que, sin perder un instante, salta del lobo y corre hacia el djinn. Coloca el cuchillo entre sus dientes y comienza a trepar por la pierna del gigante con gran agilidad. Consigue llegar hasta el rostro del titán que lanza fieros manotazos tratando de quitárselo de encima. Una vez allí, clava el cuchillo con todas sus fuerzas en el interior del ojo del monstruo.
 
Tras unos instantes, un haz de luz comienza a crecer en el interior del cráneo del gigante que enloquece de dolor . El cuchillo está creciendo, abriéndose paso a través de la carne, hasta atravesarla completamente. Derrotado, el djinn cae desplomado en mitad de una densa nube de arena.
 
“¡Si, si! ¡Lo conseguimos!”
 
El niño agita los brazos y las piernas, feliz. Mientras contempla cómo comienzan a caer las estrellas en forma de gemas preciosas, y se van posando suavemente a su alrededor. En un impulso, el niño abre la ventana de chat del juego y escribe:
 
-¡¡Que buena pelea!!  Ha sido genial jugar contigo todo este tiempo, ha sido alucinante. Sé que nunca hemos hablado pero creo que si no lo hago ahora, perderé mi oportunidad. Quiero preguntarte si quieres ser mi amigo en la vida real.
 
Un momento de pánico paraliza al niño. Siente que las fuerzas lo abandonan y lo invade una ola de temor a hacer el ridículo. Inquieto, se levanta de la silla y apoya todo su peso sobre la puerta del dormitorio mientras aguarda la respuesta.
 
-Lo siento amigo- responde finalmente el jugador- Me has conocido en un momento extraño de mi vida. He tomado la decisión de no salir de mi cuarto nunca más.
Final Boss
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Final Boss

Ilustración para el concurso de Arroz Negro 2015 (BCNMES). Cuento de Irene Costa

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